jueves, 19 de enero de 2012

UNA ANÉCDOTA

En 1982, el poeta José Hierro, en su programa «Ateneo» de Radio Nacional (Radio 3), leyó un poema titulado «Berlín Alexanderplatz» (título que corresponde, como es sabido, a la famosísima novela de Alfred Döblin) firmado por Miquel López Crespí. Conforme José Hierro avanzaba en su lectura, yo no daba crédito a lo que estaba oyendo y saqué un artículo de Juan Goytisolo, «’Berliner Chronik’», publicado unos días antes en EL PAÍS (jueves 19 de agosto de 1982), artículo que yo había guardado entre la páginas de la novela de Döblin. Comprobé que todo cuanto leía Hierro se correspondía con lo que Goytisolo decía en su artículo. Me decidí a escribirle y unos días después lo llamé a la radio y hablé con él. Como se verá por sus palabras, el poeta temía una broma y no podía estar seguro de que yo no formase parte de ella. Esto último quedó descartado, supongo, cuando años después tuve ocasión de recordarle en persona «el caso López Crespí». Me dijo, divertido, que todavía se había encontrado el supuesto poema de LC en un certamen literario, y añadió: «Menos mal que yo estaba en el jurado».
A Miquel López Crespí le dieron en 1984 el premio Joan Fuster de literatura en catalán.
La última vez que vi a José Hierro fue en una lectura de los poemas de su Cuaderno de Nueva York, en 1999. Al finalizar el acto, mi hija le entregó el libro y le pidió que pusiera: «Para Pedro y su hija Cristina». Él lo hizo así y nos pintó unos preciosos barquitos.
Todo cuanto sigue es una fiel transcripción de lo que Hierro dijo por la radio. Se nota, por las repeticiones de ideas y palabras, que el poeta estaba algo indignado o, al menos, bastante perplejo. Me podría haber esforzado más en la puntuación, pero es que a este texto, por como salían las palabras de la boca del poeta, no le pega ni una coma.
Termino atreviéndome a invitar a quien no lo haya hecho a que lea la novela de Alfred Döblin. Quizá requiera su lectura más atención y esfuerzo que la de los tochos millonarios y acabe cayéndose de las manos. Sería una pena. También recomiendo la serie que, dirigida por Rainer Werner Fassbinder, emitió la televisión hace muchos años y que, felizmente “remasterizada”, lanzó Cameo en formato digital (910 minutos, más otros 160 de extras, de intenso placer cinematográfico, en alemán con subtítulos en español).



«[no se entienden las primeras palabras de José Hierro] …personal tiene que ver unos poemas de Miquel López Crespí. Me pareció un poeta muy interesante, me pareció importante lo que hacía, y entre los poemas que yo daba a conocer había uno titulado “Berlín Alexanderplatz”, poema muy hermoso. Pasan unos días y recibo una carta de don Pedro Mondaza Sánchez, de Sevilla, en la que me dice: “Entre los poemas que ha leído usted hoy en el programa Ateneo, uno de ellos, “Berlín Alexanderplatz”, me ha sorprendido, por cuanto en él aparecen versos que son una copia exacta de frases que pertenecen al artículo cuya fotocopia le envío. ¿Podría usted decir algo sobre esto? Reciba un cariñoso saludo”. Bien, yo no puedo decir nada sobre esto. He cotejado el original poético que fue leído aquí con el artículo cuya fotocopia me manda; artículo que yo desconocía, y ciertamente no se trata de un influjo, de un contacto, de un préstamo literario, sino (vamos a decirlo de una manera un poco cruda) de un plagio; es decir, todo absolutamente lo que está en este poema pertenece a un artículo, “Berliner Chronik”, de Juan Goytisolo, publicado el 19 de agosto de este año [1982] en el diario EL PAÍS.
Uno se queda sorprendido, máxime cuando no es tan inexperto como para no saber que de vez en cuando aparecen esas gentes curiosas que quieren tal vez que su nombre aparezca por las ondas, que tal vez tengan vocación literaria, y entonces toman de aquí y de allá; es decir, aquí se han recibido cosas que eran sospechosamente esproncedianas; pero, en fin, esto no ocurre nunca en un escritor profesional, en un poeta como lo es este hombre, es decir, que yo no entiendo absolutamente nada cómo Miquel López Crespí es capaz de hacer bellos versos (yo he visto dos libros suyos, uno en catalán y castellano, un libro de cuentos), es decir, no entiendo absolutamente nada. Ciertamente todo (digo lo que aparece en este poema), todo está en el artículo en prosa de Juan Goytisolo. Alguien me puede preguntar entonces si es que la prosa y el verso no se distinguen. Bueno, decía Juan Ramón Jiménez que para él no existía prosa ni verso, es decir, que un ciego no sabe si es prosa o verso lo que está escuchando, cuando lo que está escuchando es un poema escrito en verso libre. Por otra parte, hay que pensar que Juan Goytisolo escribe no como un simple informador que nos cuenta en este caso un viaje hecho a Berlín, sino que lo hace a su manera, de su forma altamente poética, aunque sea la prosa lo que utilice, de manera que no es nada extraño que aquí encuentre cualquiera no ya una materia prima, para elaborar, sino como en este caso una materia prima, creo yo, me parece a mí, para plagiar. Es decir, no entiendo absolutamente nada, estoy confuso, estoy diciéndolo ya, estoy repitiéndolo y cuando a mí me pregunta, me pregunta el señor Mondaza Sánchez qué puedo decir sobre esto, puedo decir sencillamente que me han metido un gol, es decir, que aquí ha habido un poema que no ha sido escrito por la persona que que que lo ha firmado, y que por lo tanto no entiendo absolutamente nada, y que lo entiendo menos, digo, cuando se trata de una persona con evidente talento creador, talento natural. Entonces yo la pregunta tendría que remitírsela, como es natural, pues al autor de vamos a llamarlo plagio, aunque pueda ser un poco precipitado, porque no sé el origen de todo esto, es decir, al señor López Crespí; él puede ser quien vaya a contestar o quien pueda contestar. Espero que, si me escucha, o por lo menos si alguien le informa de que esto ha ocurrido, que sea él quien haga la aclaración. Hay que tener en cuenta, y he insistido mucho sobre ello, que no se trata de que haya unos préstamos, de que haya unas citas.
Todos los poetas, o muchos poetas, porque tampoco hay que generalizar, han utilizado a veces fórmulas, han utilizado préstamos de otros autores. En ese sentido me parece que Juan Ramón Jiménez es el que marca la pauta. Juan Ramón Jiménez, en su libro escrito en 1917, publicado en 1917, Diario de un poeta recién casado, tiene una serie de hermosos poemas, poemas en prosa o poesía en prosa, como a él le gustaba decir, donde transcribe literalmente carteles, por ejemplo, que ha visto en la calle, en las calles de Nueva York, o anuncios para oficios religiosos en una capilla también de Nueva York; es decir, naturalmente todo esto tiene siempre un alcance literario, es exactamente igual que hacían los cubistas y después los surrealistas cuando tomaban trozos de periódicos, por ejemplo, y los pegaban sobre los cuadros para dar siempre una impresión de veracidad, de realidad; para, de alguna manera, valorar lo que ellos habían creado por sí mismos. Todo eso es perfectamente lícito, pero a condición de que esos elementos tomados de otros autores o tomados de la realidad de cada día como sea, estén elaborados de una manera literaria. Sin embargo, no es este el caso, vuelvo a decir, es un precioso poema, nunca me arrepiento de haberlo leído. Es, además, curioso que se haya descubierto que no era tal poema; pero, en cualquier caso, digo, pertenece evidentemente a un gran escritor como es Goytisolo, a un gran escritor que hace una especie de de de crónica un poco onírica con una enumeración caótica por un Berlín, una visita a Berlín que él ha hecho, y esto es exactamente lo que después recoge el poema, es sin quitar ni poner punto ni coma, no todo el artículo, sino unos fragmentos determinados del artículo, precisamente aquellos que dan más esta idea de caos, de enorme niebla con la que parece que el autor del artículo, Juan Goytisolo, se ha visto rodeado al llegar a Berlín. Eso es entonces lo que yo tenía que decir, sencillamente no diré excusarme, yo tengo en ello una parte de culpa también por no haber conocido antes el precioso artículo de Juan Goytisolo, pero en cualquier lugar no entiendo muy bien cómo se puede hacer sobre unos fragmentos de un artículo, con ello, componer un poema sin citar en ningún momento, sin decir cuál es la intención, porque a veces sencillamente en estos casi más que pastiches, en estos plagios puede haber una intención remotamente literaria cuando se trata de un contexto general, es decir, probablemente este poema elaborado a partir de unos fragmentos de una prosa tenga un sentido dentro del libro en el cual va a ser incluido, pero en cualquier caso creo que el autor debía haberlo hecho notar anteriormente. Podía haber compuesto un poema sobre materiales ajenos, con materiales ajenos, pero darle esa última intención literaria que yo no veo aquí. En cualquier caso, independientemente de esta cuestión de preferencias, de esta cuestión de originalidades o no, creo que el poema es muy hermoso, creo por otra parte también que este autor es un autor que merece la pena, y digo porque juzgo a través de dos libros que él ha tenido la amabilidad de enviarme, de ehhh… enviarme. No tengo necesidad de repetir lo que ya he dicho anteriormente, es decir, cómo él ha sido periodista, cómo ha tenido unos premios literarios; por tanto, no es un desconocido, no es un principiante, aunque su fama no se haya extendido todo lo que debiera, y, por lo tanto, no entiendo esto. Yo agradecería mucho entonces al señor López Crespí que algún día escribiese, que algún día nos dijese cuál es la razón de esto. Y si es una broma, no la entiendo exactamente, y desde luego pienso que puede tener algo más relación con una broma que con una especie de hurto literario. Estos hurtos literarios sabemos ya y hemos visto ya muchos casos graciosos y dramáticos para quien lo ha hecho, que suele ocurrir cuando existe un negro. Todavía, hace unos pocos años se dio la circunstancia de un autor, una autora, para ser más exacto, que publicó un artículo. Este artículo, según se supo después, era uno de los muchos que encargaba a esos negros literarios que escriben para que otros firmen. La venganza del negro literario consistió en copiar un fragmento de Oscar Wilde, con ello hacer un artículo, y se descubrió todo ese pastel. Pero en este caso no hay negros, no creo que exista, no entiendo entonces la razón de todo ello. En cualquier caso vaya aquí mi disgusto personal, supongo que el de los lectores, porque no creo que esto sea una cosa que beneficie mucho la posibilidad de que esta sección quede abierta a los valores desconocidos. Puede ocurrir entonces que ya no sabemos si nos están gastando una broma o qué es lo que está ocurriendo».